Para Roser y su nuevo aleteo
Después de tanta destrucción, las calles acumuladas de pobreza y los campos arruinados, nadie sabía cómo recomenzar o qué paso era el siguiente a dar. Las fábricas de comida preparada a base de nanoproteínas sintéticas y fibras vegetales artificiales, como casi todo, habían sido arrasadas. Se debatieron estrategias: recurramos a las semillas conservadas en los bancos de germoplasma, propusieron desde la Sociedad Imperial Geográfica. Pero no se ponían de acuerdo con las empresas que las tenían patentadas, no había suficientes y tampoco sabrían cómo poder multiplicarlas. Volvamos a criar ganado, dijeron otros, pero tantos años sin gentes en el campo habían polvorizado la memoria rural, y no sabían ni dónde encontrar especímenes ni qué ni cómo hacer para mantenerlos. La plaga de piojos de mar nacidos en aquellas piscinas de acuacultura ya hacía décadas que habían saltado a todos los océanos y mares causando una infestación irreparable.
Desde un lejano poblado llegó la propuesta acertada. Aquí tenemos a Melinda, su profesión es la más necesaria en estos momentos. Ella es 'Repartidora de Abejas'. Con una bicicleta y un pequeño remolque para las colmenas -como siempre hicieron en su familia- puede llevar enjambres a quien lo solicite. Bien supo ella resguardarlas de la tormenta química, sabiendo que protegía el más fabuloso de los tesoros de la Humanidad.
Porque si algo así pasara, el mundo no podría ser verde, selvático, con frutas, musgos, flores, árboles y setas si no contáramos con la altruista capacidad polinizadora de las abejas. Se sabe que las abejas melíferas suponen más del 90 % de las visitas que reciben las flores de las plantas cultivadas. Miles de pequeños gestos de un valor incalculable, pero que si lo quieren cuantificar, esta polinización supone un beneficio económico para la agricultura española de casi 3.000 millones de euros anuales.
En España somos líderes europeos en colonias de abejas. Se contabiliza una cabaña apícola de 2.459.373 colmenas y más de 5.000 apicultores y apicultoras trabajando -mano con ala- con ellas. Sin embargo, como señala el sindicato agrario COAG, «a pesar de su trascendencia no parece preocupar demasiado a las instituciones la crítica situación del sector apícola, del que depende en la actualidad la supervivencia de las abejas melíferas». COAG denuncia la falta de acompañamiento y apoyo a este sector golpeado por las adversidades climatológicas (que han reducido en un 25% la producción de miel), por el sospechoso y preocupante aumento de la mortandad (en más de un 30%) de individuos derivada fundamentalmente del aumento de pesticidas en la agricultura industrial y por la complicada competencia que para el sector supone la llegada de miel y polen de terceros países.
Lo escuchamos, lo sabemos y lo percibimos, la biodiversidad está gravemente amenazada. Más de un tercio de las especies evaluadas por los diferentes organismos competentes tienen riesgo de extinción y se calcula que el 60% de los ecosistemas del planeta necesitan urgentemente un lavado a fondo para restaurarlos a unas condiciones mínimas. Así, medidas en favor de las abejas y la apicultura, como la que propone COAG de que sean declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, son actuaciones necesarias para sanar nuestro porvenir.
-«Abejas, abejas para sus jardines y huertos», canturrea dulcemente Melinda.
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